Cuarto de penumbra




De pequeña mi hermana tenía una pesadilla que se le repitió varias veces, un miedo infantil, soñaba con toros enormes y furiosos que se escapaban o saltaban de la plaza y la perseguían. Al dormir las dos en la misma habitación, si alguna tenía miedo se iba a la cama de la otra y así todo era mucho más fácil.

Ha pasado tiempo ya de eso y esta noche, con él dormido a mi lado en la cama del cuchitril de la residencia francesa, no soy capaz de dormir porque me ha entrado ese miedo que se arraiga y forma sombras negras como un toro.


Está oscuro pero pasa un poco de luz por las rendijas de la persiana, me he abrazado a él como hacía con mi hermana, buscando aquello que me daba el dormir agarrada a ella, aquello que espantaba mi miedo y soledad nocturnas aunque aquí no he tenido ni que mudarme de cama. 

He hecho tiempo asi abrazada, casi inmóvil para no molestarlo más, como hacía cada vez que me refugiaba en la cama de mis padres por la misma razón y recuerdo que me encontraba atrapada entre sus brazos que pesaban como vacas; y con los ojos abiertos pero he acabado desistiendo y aquí estoy.

Por muy pegados que durmamos siempre en este colchón estrecho y sucio, hay noches que te invade ese pesar, ese miedo irracional que es el más racional del mundo, ese miedo a la muerte, a la soledad, a la nada.



Ilustración Sandra, Texto Mónica.

1 comentario:

  1. Ouyea beibi! (De ese miedo no puedo salvarte ni yo ... por ahora)

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